El mayor iceberg del mundo comenzó a moverse tras más de 30 años encallado
El iceberg más grande del mundo, denominado como A23a, está en movimiento después de más 3 décadas de permanecer encallado en el fondo marino de la Antártida.
Este coloso de hielo se desprendió de la costa antártica en 1986, pero casi inmediatamente encalló en el mar de Weddell, convirtiéndose prácticamente en una isla de hielo.
Su superficie es de aproximadamente 4,000 km², casi 3 veces mayor al área de la Ciudad de México. Esta placa de hielo tiene unos 400 m de grosor, el Empire State en Nueva York mide 380 m
En realidad el primer movimiento se detectó en 2020. Este gigante encalló en 1986, los expertos coinciden que en algún momento iba a disminuir de tamaño lo suficiente como para perder adherencia y empezar a moverse.
El iceberg probablemente ha perdido su agarre en el fondo marino como parte del ciclo de crecimiento natural de la plataforma de hielo. El movimiento del A23a se ha acelerado en los últimos meses, impulsado por los vientos y las corrientes marinas, actualmente está pasando por el extremo norte de la Península Antártica.
El A23a fue parte de un desprendimiento masivo de icebergs de la barrera de hielo Filchner de la Antártica. Albergaba una estación de investigación soviética, lo cual demuestra hace cuánto ocurrió su desprendimiento.
El iceberg, arrastrado por las corrientes oceánicas, se dirigirá hacia el este, el ritmo actual, 5 km por día. Como la mayoría de los icebergs del sector de Weddell, el A23a será seguramente empujado hacia la corriente circumpolar antártica, que lo lanzará a su vez hacia el Atlántico Sur en una trayectoria que se conoce como «el callejón de los icebergs».
A23a no siempre ha sido el más grande del mundo
El A23a ha ostentado el título de “mayor iceberg actual” varias veces desde la década de 1980, y en ocasiones ha sido superado por icebergs más grandes pero de vida más corta, incluido el A68 en 2017 y el A76 en 2021.
Todos los icebergs, por grandes que sean, tienen el mismo final, derretirse. Al fundirse, liberan el polvo mineral que se incorporó a su hielo cuando formaban parte de los glaciares de la Antártica. Este polvo es una fuente de nutrientes para los organismos que forman la base de las cadenas alimenticias oceánicas.
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