Ganan antigua batalla cargando… ¡gatos!

¿Y si te dijera que uno de los ejércitos más poderosos de la antigüedad se rindió sin disparar una sola flecha, derrotado no por el acero, sino por el miedo a herir a un animal sagrado?

Viajemos al 525 a.C., a las puertas de Pelusio, la fortaleza que protegía a Egipto.

El rey persa Cambises II quería conquistar Egipto, pero sabía que enfrentar a los arqueros del faraón era un suicidio. Sin embargo, Cambises era un genio de la guerra psicológica. Sabía que los egipcios no solo amaban a los gatos; los veneraban como la encarnación viviente de la diosa Bastet. Dañar a uno se castigaba con la muerte… y con la condenación eterna del alma.

Así que Cambises ideó un plan tan «astuto» como cruel.

Ordenó a sus soldados pintar la imagen de Bastet (un gato) en sus escudos. Y según la leyenda contada por Heródoto y Polieno, y otros relatos, fue aún más lejos: los persas marcharon al frente de batalla cargando gatos vivos, perros e ibis en sus brazos, o incluso soltándolos delante de la línea de infantería.

El resultado fue un jaque mate psicológico. Los arqueros egipcios se congelaron. Disparar sus flechas significaba arriesgarse a herir a un animal sagrado. El miedo a la ira de la diosa fue más fuerte que el miedo a la invasión.

Paralizados por su propia fe, los egipcios bajaron las armas y permitieron que los persas tomaran la ciudad. Pelusio cayó, y Egipto fue conquistado, demostrando que para un verdadero amante de los gatos (o un antiguo egipcio), proteger a los felinos es más importante que proteger un imperio.

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