El barco se la lleva y él se queda impotente en el muelle

«¡Detengan ese barco! ¡Paren ese barco!», gritaban desesperados dos hombre que momentos antes llegaron en una motocicleta a la terminal marítima «Félix González Canto» de Cozumel, de donde salen transbordadores que llegan al muelle de Calica, en la parte continental de Quintana Roo.

Uno de los hombres que acababan de llegar era hermano de una menor que se fugaba con el novio. Minutos antes la pareja había abordado el barco para dirigirse a la parte continental, hacia donde huirían a Yucatán, donde tiene familiares el novio.

Pese a los intentos desesperados, el hermano no pudo hacer que pararan el barco. Ni siquiera pudo entrar al muelle, pues por normatividad y seguridad solo pueden hacerlo aquellas personas que van a abordar el barco.

De nada valieron las súplicas y explicaciones de que la adolescente estaba escapando su novio mayor de edad. Su dolor no pudo conmover la rígida regulación marítima, que se ha hecho menos inflexible a raíz de que grupos terroristas alrededor del mundo han utilizado medios de transporte masivo para cometer atentados.

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A final de cuentan el hermano y su acompañante vieron con frustración que el barco zarpaba llevando a la menor hacia un destino incierto.

Más tarde autoridades le informaron que el barco pudo detenerse si hubiera seguido los cauces, que consistían en haber ido a la Dirección de Seguridad Pública a denunciar la desaparición de la menor, a fin de que la corporación solicitara la revisión del barco para localizar a la pareja en el citado barco.

De otro modo el caso hubiera terminado como lo hizo, porque la empresa naviera no puede parar un barco, a menos que sea un caso de vida o muerte, pues en el transbordador viajan personas que tienen urgencia de llegar a la parte continental, porque en ocasiones dependen de horarios de autobuses o aviones para continuar su viaje. En caso no llegar a tiempo pueden culpar a la naviera del retraso.