La danza me ayudó a ser feliz
La emoción de ver a sus estudiantes superarse y conseguir que conceptos como disciplina, compromiso y tenacidad sean aplicados fuera de los salones de prácticas, son satisfacciones que Asunción Guadalupe Sánchez Ortiz atesora.
La maestra, coreógrafa y bailarina lleva 50 años de labor docente y, sin dudar, responde que dedicarse a enseñar danza clásica es su felicidad.
“Recién concluí mis estudios en danza clásica, comencé a suplir a una maestra que, por razones de enfermedad, ya no pudo seguir dando clases. Ahí, se me presenta la oportunidad de integrarme a la plantilla de profesores del Centro Estatal de Bellas Artes, compromiso que asumí mientras estudiaba también para maestra normalista, en la escuela ‘Educación y Patria’; la danza me ayudó a ser feliz”, comenta.
La pandemia de Covid-19 significó nuevos retos para esta mujer que, desde siempre, ha encontrado la manera de transmitir el cariño por este arte. A distancia, con la ayuda de una computadora, sigue con la misión de fomentar el gusto por la danza, lo que ya ha generado buenos frutos, pues una sobrina y varias ex alumnas son ahora sus colegas.
“Tuve la suerte de trabajar como maestra de artísticas en todos los niveles, además de ser maestra de danza. Para mí, cada montaje de coreografía era la cosa más linda del mundo. Mi maestro era Alfredo Cortés, y la experiencia de ir con él y mis compañeros a otros lugares a concursar era algo que me fascinaba”, recuerda.
En ese andar, los éxitos profesionales evidenciaban la pasión y entrega de la maestra Asunción Guadalupe, característica que profesoras y profesores de otros países destacaron en certámenes, muestras y encuentros.
“Una de las coreografías que recuerdo con mucho cariño es una que se llama ‘Visión y reflejo’, con la música de Serenata para Cuerdas; la llevamos a un concurso y todo mundo me decía que esa coreografía estaba muy bonita, los organizadores me felicitaron. Vino un maestro cubano que se enteró y me entrevistó para preguntarme de dónde me surgió la idea, porque estaba muy bien hecha. Me dio enorme gusto saber que mi trabajo se reconocía”, señaló.
La vida es como un continuo danzar, sostiene la maestra con tono dulce pero firme; existen tiempos de coreografías complicadas, espacios para bajar el ritmo e ir con el vaivén de la música, pero en todo caso, hacer pausa completa nunca es opción.
“Bailar se disfruta, es como la vida, se viven muchas emociones; eso pasa cuando uno hace lo que le gusta y, por eso, no ha sido pesado. Seguiré dando clases hasta que la salud me lo permita, porque es mi ilusión formar a más generaciones de maestras, maestros y bailarines”, expresó.
La maestra Asunción es una de las 342 personas que, este año, han sido reconocidas con estas medallas por su permanencia en la labor docente: «Raquel Dzib Cicero», por 30 años de servicio, «Maestro Altamirano», por 40, y «Pablo Moreno Triay», por 50.
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