La pizza número 40 era la más exitosa en Alemania: venía con guarnición de cocaína

Al igual que los buenos thrillers, el último caso de narcóticos en el que ha trabajado la policía de Renania del Norte-Westfalia, el estado más poblado de Alemania, está repleto de giros argumentales inesperados y alguna que otra escena hilarante. Al fin y al cabo allí la policía germana ha logrado desarticular una banda dedicada a la venta de drogas y echar el guante a un peligroso delincuente basándose en una pista poco ortodoxa: una pizza.

Una pizza muy especial, eso sí, en la que el ingrediente estrella no son los tropezones de piña, ni las anchoas, ni el queso, ni el pepperoni, ni ningún otro ingrediente habitual en el plato italiano. Su gran secreto era la cocaína.

Para entenderlo hay que remontarse a marzo, cuando durante una inspección sanitaria de rutina en una pizzería de Düsseldorf los funcionarios se encontraron con algo más que harina, queso y botes de salsa en la cocina. Descubrieron droga. Así que avisaron a la policía, que empezó a investigar el negocio y descubrieron un detalle curioso: una de las pizzas de su menú, la nº 40, tenía un éxito sorprendente entre la clientela del establecimiento, situado en la zona de copas de la ciudad.

«Era una de las pizzas más vendidas», recuerda el inspector jefe Michael Graf von Molkte. Aquello pudo quedarse en una simple anécdota culinaria si no fuera porque los agentes descubrieron que la famosa pizza número 40 no era en realidad una pizza cualquiera. Incorporaba un ingrediente secreto de lo más peculiar.

O mejor dicho, se acompañaba de una guarnición que no suele figurar entre los ingredientes habituales de la cocina tradicional napolitana: cocaína.

Debajo de cada una de aquellas bases redondas de masa con queso y tomate se deslizaba una bolsa con polvo blanco. «Fue nuevo para nosotros, nos sorprendió», reconoce Von Molkte. La sorpresa no llegó solo por lo que la prensa alemana ya ha bautizado como «Pizza Kokain». Tampoco el dueño del restaurante, un croata de 36 años, parecía a priori un delincuente familiarizado con la venta de drogas. Para empezar, no le constaba ningún antecedente por otros delitos similares.

Una cosa son sin embargo las apariencias y otra la realidad.

Cuando la policía se presentó en su casa, el hostelero intentó deshacerse de las pruebas arrojando una bolsa con droga por la ventana, pero lo hizo con tan mala (o buena) puntería que cayó directamente sobre los agentes. Según precisa Spiegel, la operación se saldó con la incautación de 1.6 kilos de coca, 400 gramos de cannabis, unos 268.000 euros en efectivo, entre otros artículos. El pizzero acabó detenido, pero al no tener antecedentes penales volvió a la calle al cabo de unos días.

Que lo pillaran con las manos en la masa (perdón por la broma) no sirvió para que el narcopizzero aprendiese la lección, así que una vez en al calle decidió volver a su restaurante dos días después y comercializar su plato estrella: la pizza número 40. Con su buena dosis de queso, salsa, masa… y guarnición de cocaína.

Para la policía fue una suerte porque pudo hacer algo más que recabar pruebas contra el pizzero. Decidió ir más allá e investigar su cadena de suministros, lo que no tardó en llevarla hasta un viejo conocido de los agentes, un ruso de 22 años experto en artes marciales, «violento y sin escrúpulos», según Von Moltke.

De hecho las autoridades alemanas sospechan que en el pasado atacó y robó a narcotraficantes rivales e incluso llegó a tomar como rehén a uno de ellos durante dos noches antes de arrebatarle el hachís que guardaba en su casa. La policía no tardó en sospechar que se dedicaba a trapichear con coca y cannabis.

¿El resultado? Lo que empezó como una inspección del departamento de alimentación de rutina en una pizzería de Düsseldorf acabó derivando en un amplio dispositivo en el que se involucraron 150 agentes y con registros en Wuppertal, Mönchengladbach, Solingen, Meerbusch, Hilden, Haan y Erkrath.