Les prometieron el ‘sueño yucateco’ y encontraron la esclavitud

El ideal de tener una vida mejor generó hace 110 años el encuentro de dos culturas muy diferentes, la coreana y la yucateca, lo que dio pie a un nuevo mestizaje, destacó el investigador yucateco Javier Amado Corona Baeza.

Durante su ponencia «La migración coreana. Realidad, hechos y actualidad», el también descendiente de coreanos expuso que el deseo, al final fallido, de este pueblo de que la actividad henequenera mejoraría su vida favoreció que «penínsulas distantes» se unieran.

«Han pasado muchos años desde que la primera penca se cortó con la fuerza de una mano coreana, pero su recuerdo aún se conserva en la memoria de quienes viven orgullosos del esfuerzo realizado, mirando hacia un futuro mejor porque somos parte de una mezcla de culturas diferentes», dijo.

En el marco del coloquio «Migraciones, encuentros y desencuentros», evocó que hace 110 años llegaron a México unos mil coreanos deseosos de mejorar sus condiciones de vida, así como de ser libres debido al entonces asedio japonés.

La migración coreana a Yucatán, recordó, se dio a principios del siglo XX. Exactamente se registra la llegada de mil 14 coreanos al puerto de Progreso el 14 de mayo de 1905.

Así la llegada de los coreanos «fue el resultado de todas las adversidades sociales que aquejaban al reino de Cho Son a finales del siglo XIX: el declive de la Dinastía Yi (1392-1910), el deterioro de la economía, el descontento social y el acoso extranjero”.

Un aspecto histórico hasta ahora poco conocido es que el comerciante británico John G. Meyers viajó de Yucatán a los imperios de China y Japón en 1892, acreditándose como comisionado por un grupo de hacendados yucatecos para contratar trabajadores que se dedicaran a las labores agrícolas.

«En un primer intento se logró reunir a un grupo de chinos que llegó a Yucatán, pero posteriormente ellos reportaron maltrato e incumplimiento de las promesa de trabajo”.

Un error diplomático con el imperio chino y una negativa diplomática del japonés impidió que el británico continuara con su reclutamiento de ciudadanos de estos dos pueblos, y entonces enfocara sus objetivos a los coreanos.

Así Meyers, en un lapso de siete meses, pudo desplegar con gran habilidad una campaña que permitió reclutar a más de mil trabajadores en las ciudades más importantes de Corea con destino a Yucatán.

El gobierno imperial de Corea, sin una investigación formal, autorizó la salida del barco con destino a México el 3 de marzo de 1905 donde viajarían coreanos con pasaportes escritos en chino.

El 14 de marzo de 1905 un primer grupo de 400 emigrantes partió de puerto Pusan en el barco inglés “Ilford” con destino al Chemulpo, donde abordaron el resto de los emigrantes y de ahí se dirigieron al puerto japonés de Yokohama, donde los coreanos abordaron otro barco al puerto de Salina Cruz, Oaxaca.

“De este puerto mexicano viajaron por tren hasta el puerto de Coatzacoalcos, Veracruz, en donde se embarcaron en el vapor Hidalgo con destino a puerto Progreso, Yucatán”.

A su llegada los coreanos se enfrentaron a problemas de adaptación como el cambio brusco del clima, la barrera del idioma, costumbres, comidas y casas diferentes, así como jornadas de trabajo de 12 horas diarias bajo el clima cálido y húmedo del campo, por lo que muchos de ellos se escaparon de sus lugares de trabajo.

Pese a las condiciones de esclavitud, el coreano era más eficiente en su trabajo: cada indígena maya cortaba un promedio de dos mil pencas y los coreanos tres mil, causa principal de que los hacendados prefirieran a los orientales.

A cuatro años de su llegada, los hijos de los primeros peones orientales se habían adaptado a las costumbres, vestido, idioma, alimentación y vivienda de la gente de Yucatán.

Tras varios años de trabajo y la llegada de Salvador Alvarado que les ofreció mejores condiciones de vida, dejaron el trabajo en las haciendas y se dedicaron al comercio, principalmente en la ciudad de Mérida.

En la década de los 30 del siglo pasado se presentó nueva migración de coreanos y sus familias, ahora a la Ciudad de México; en los 50 una tercera migración se dio del sureste y centro del país a ciudades fronterizas como Tijuana, la cual junto con el Estado de México tiene el mayor número de descendientes coreanos.

Para entonces muchos coreanos habían renunciado a la posibilidad de regresar a su país y casarse con mujeres coreanas, por lo que ya se presentaba un mestizaje, notorio en comunidades cercanas a haciendas henequeneras o la capital del estado.

A partir de mayo de 1997, por iniciativa de los descendientes de los inmigrantes coreanos, se fundó la Asociación KORYUC, con el fin de mantener las relaciones entre las familias de descendientes coreanos, promover actividades culturales y dar apoyo a las comunidades de descendientes en el interior del estado.

Hoy se promueven clases en coreano y se formó el Ballet de Danzas Coreanas “Mugunghwa”, integrado con descendientes coreanos que siguen siendo «fieles a sus enseñanzas en la danza y música coreana”.