La historia del mexicano que halló un tesoro bajo el agua en Yucatán
En su infancia, Roberto Junco anidó un deseo en su mente y en su corazón: descubrir, algún día, un tesoro bajo el mar. Hace cinco años lo halló en un arrecife del estado de Yucatán en forma de piezas de oro y piedras preciosas, entre ellas, esmeraldas, vestigios de un cargamento de la segunda mitad del siglo XVIII.
Junco Sánchez nació en el Estado de México, en 1975; para los 80, ese sueño ya era recurrente y para alcanzarlo, ingresó a la Escuela Nacional de Antropología e Historia(ENAH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y luego se incorporó a laSubdirección de Arqueología Subacuática; barría todo el campamento.
Hoy, es el titular de esa área del INAH y con sincera pasión en sus palabras dijo que ha vivido muchos momentos verdaderamente sublimes; “trabajas dentro y fuera del agua para encontrar, estudiar, defender y difundir nuestro patrimonio subacuático”.
Ese tesoro se puede observar actualmente en el Museo de Arqueología Subacuática de Campeche.
«En ese caso se conjugaron nuestros objetivos: localizar, investigar, conservar y difundir nuestro patrimonio”, señaló el especialista, quien, como arqueólogo, sabe de la importancia de conocer nuestro pasado para el presente y futuro del país.
«México cuenta con un patrimonio cultural subacuático que viene desde los primeros pobladores del territorio, hace 13 mil años. Tenemos desde un esqueleto en el Cenote Nayah, en Yucatán, hasta vestigios de la II Guerra Mundial, algunos barcos hundidos por submarinos alemanes y embarcaciones de la Revolución Mexicana bajo el agua”, relató.
Explicó que el rango temporal del patrimonio cultural que se encuentra bajo las aguas es enorme, desde Quintana Roo hasta Baja California, de Tamaulipas a Chiapas, y en estados del interior de la República, como el Estado de México con sus lagunas del Valle de Toluca y San Luis Potosí, con su manantial de La Media Luna; “ahí, bajo el agua, hay historia”.
Roberto Junco hace Arqueología Subacuática desde hace 15 años. Le apasiona lo que es la investigación, protección, conservación y difusión de ese patrimonio.
«Siendo este un país rico en aguas que resguardan vestigios, el INAH impulsa la Arqueología Subacuática desde hace más de 40 años en todo México”, informó el entrevistado.
«No es una materia de individuos, sino de equipos de trabajo. Contamos con un grupo joven, capacitado y listo para desarrollar ese trabajo; por eso, México se encuentra a la vanguardia en esta actividad en Latinoamérica. En el resto del mundo, somos de los países que más han hecho por preservar, cuidar, defender y estudiar su patrimonio”, detalló.
En el contexto mundial, reiteró, México tiene un lugar preponderante, lidera desde hace muchos años a las naciones que tienen programas serios al respecto.
«Somos líderes y este lunes 8 de julio, junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), impartiremos un curso de Introducción a la Arqueología Subacuática dirigido a personas de varios países de Latinoamérica”.
Con ese curso, el INAH y la subdirección que él dirige tendrán la oportunidad de cumplir con su vocación, más allá de las fronteras nacionales, en el sentido de capacitar y apoyar a las naciones hermanas que lo solicitan, porque también tienen actividades de esta naturaleza y desean profesionalizar y mejorar su trabajo.
Durante la entrevista, Junco Sánchez dejó ver su ABC del buen arqueólogo subacuático: A, tener pasión por lo que se hace, ya que ese es el motor de su actividad; B, contar con conocimientos amplios no solamente de la materia, sino de cultura general; C, estar dispuesto a pasar horas, días o semanas en campo o en gabinete, publicar sus investigaciones y compartir sus experiencias.
La Arqueología Subacuática es, antes que nada, arqueología.
«A veces nos toca estar bajo el agua, en ocasiones nos apoyamos con máquinas y robots y otras más nos auxilian buzos profesionales. Por eso, antes que cualquier cosa, hay que ser un buen arqueólogo”, dijo el entrevistado.
Aconsejó a los aspirantes a arqueólogos submarinos y a los jóvenes que ya lo son “que se apasionen por el tema, se preparen en varios ámbitos del ancho saber humano, como el aprendizaje de los idiomas más empleados en el mundo, que les abre puertas internacionales y les da acceso a otros mundos fascinantes”.
Ante las preguntas ¿Qué le falta? ¿A qué aspira?, Roberto Junto respondió:
«Mi compromiso actual es formar un equipo de arqueólogos subacuáticos sólido, crear las condiciones y las oportunidades adecuadas para que los jóvenes que forman esta subdirección lleguen a ser grandes profesionales y puedan aportar y capacitar a nuevas generaciones en el futuro”.
El subdirector de Arqueológica Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia vive para fortalecer al grupo y mejorar la capacidad que tiene México para llevar a cabo investigaciones de Arqueología Subacuática con los más altos estándares, lo que a la fecha le ha granjeado el respeto de diversas instituciones alrededor del mundo.
Mencionó que la carrera de Arqueología se imparte de manera gratuita en la ENAH, institución de educación pública; “no es caro convertirse en arqueólogo o arqueólogo subacuático; lo innegable es que no se trata de una profesión remunerada, como sería deseable, como otras que retribuyen económicamente mejor a quien las ejerce”.
Pero para él, ese no es problema si existe vocación y pasión y consideró que «las satisfacciones que ofrece superan, por mucho, a gran cantidad de profesiones y carreras. Ir a lugares remotos y hermosos, entrar en contacto con vestigios históricos, con fauna y flora desconocida para la mayoría de las personas, así como vivir experiencias únicas con pescadores y buzos, son vivencias que compensan la mala retribución económica”.
Finalmente, expuso que “es un honor trabajar en la investigación, protección y promoción de los tesoros arqueológicos subacuáticos de México, a través de esa ciencia que estudia las dinámicas sociales y de los testimonios que se encuentran bajo el agua; buceamos en nuestra historia y la sacamos del agua para compartirla con todos”. (Excélsior)
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